miércoles, 18 de agosto de 2010

Muestras de debilidad

Hace un año que conozco a Fran y nunca antes había hablado con él de mi vida privada; así que puede decirse que nuestro debut ha sido glorioso.

Fran es un chico al que le gustan las chicas. Mucho. Y no le va mal con ellas, por cierto. En el tiempo que le conozco le he visto intentarlo en serio con una chica. No salió bien y se buscó otros "entretenimientos" por así decir. ¡Qué envidia me da! Yo soy de las que dice que si tiene una oportunidad de tener un lío de una noche con un chico hay que aporvecharla, pero cuando me surge a mí siempre le encuentro algún pero al chico en cuestión. De lo cual se deduce que no me como ni un colín. Siempre pienso que llegado el caso sí que actuaría, que me lanzaría y daría el primer paso, pero luego a la hora de la verdad ná de ná, soy una cobarde.

Fran y yo trabajamos juntos y siempre nos hemos llevado bien, sin embargo nunca habíamos pasado la frontera de lo muy personal y se nos hizo muy raro a los dos.

En nuestro trabajo las reuniones están a la orden de día y hay muchas veces que más de un compañero coincide fuera de la oficina. Hace dos semanas, cuando me decidí en serio a escribir este blog, nos quedamos los dos solos, Fran y yo, durante un rato en la oficina. No recuerdo cómo salió el tema pero llegados a un punto apoyé mi cabeza en la mesa y le dije que estaba muy triste. Sí, quizás me estaba haciendo la víctima, pero necesitaba hablar con alguien y no sabía muy bien cómo empezar la conversación.

-¿Tan grave es para tirarte así encima de la mesa? -me dijo medio en broma.

-Sí, y será peor de aquí un par de meses. -Me miró con cara de no entender nada y le expliqué lo que pasaba. -Es que mi amigo al final se va un año a trabajar a Brasil (si no más) y estoy muy triste. -Por amigo entiéndase chico-del-que-estoy-completamente-colada-y-del-que-soy-dependiente-al-ochenta-por-ciento-.

-Pero, ¿hay algo con ese chico? Porque si no puede ser un buen momento para pasar página.

-No, lo hubo en su día, pero ahora no hay nada. Y,... bueno, lo que hubo en su día tampoco puede decirse que fuera demasiado. Nos enrollamos un par de días y después nada.

-¿Entonces?

-Entonces... nada. Nos enrollamos y ya. Después, durante un tiempo afectó a nuestra amistad hasta casi acabar con ella. Me costó meses volver a sentirme más o menos cómoda con él y años hasta conseguir una relación como la que teníamos antes de liarnos. Y ahora se ha convertido en uno de mis mejores amigos con el que siempre puedo contar para salir, para hacer viajes, para hablar. Me he acostumbrado a estar con él y le voy a echar de menos.

Cuando llegamos a este punto de la conversación desvié la mirada de la de Fran.

-No llores, eh!? Oye.... Joder, no me hagas esto.... Por favor no llores...

Se levantó y vino hasta mi sitio. Él quería abrazarme pero no se atrevía demasiado. Yo quería abrazarle y llorar en su hombro, pero no me atrevía demasiado. A mí me hicieron gracia sus comentarios y cuando llegó a mi sitio lloraba y reía a la vez. Se agachó y sin esperar a que yo me levantara me abrazó y me dijo que llorase todo lo que tuviera que llorar. Que era mejor desahogarse. Me mimó durante un rato y cuando se me pasó me liberó de su abrazo. Se nos veía cortados a los dos, pero en ese momento me sentí jodida pero contenta por tener gente como Fran, que a pesar de no saber nada de mi vida, están ahí para escucharme y consolarme. Espero equivocarme, pero creo que en un par de meses voy a necesitar mucha gente como él que me den ánimos.

Al minuto de dejar de llorar yo, entró el jefe en la oficina. Le pregunté a Fran en un susurro si se me notaba y me dijo que no con la cabeza. Empezamos una nueva conversación a tres y ya nunca más se ha vuelto a hablar del tema.

Quizás fue incómodo, pero me alegro de haber tenido esta pequeña conversación con él. No sé si se lo contará a algún otro compañero o no, supongo que sí, pero me da igual. Me llevo bien con todos y esto podría haberme ocurrido con cualquiera de ellos. De hecho no descarto que me pase con todos y cada uno de ellos. Lo importante para mí, es que una vez que externalicé lo que sentía, me sentí mucho mejor y aunque he vuelto a tener mis momentos de bajón, en seguida me he venido arriba. Eso es lo realmente importante.

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